domingo, 13 de marzo de 2011

Imaginar a merced del viento es.

Y no es que me soltaré al conocimiento de tus dedos,
de estos que no se han tocado aunque haya un tacto,
casi figurativo, que resulta literal por ser virtual.

¡Y yo que sé!, si veré el atardecer de tonos cálidos,
hasta ligeramente degustare del hastiante calor,
yo que sé si será igual a tal como me lo imagino;
bajo la tenue sombra de unos arboles,
cuyas hojas ya secas bailan al caer
por que viento casi no habrá por un momento,
y que parecen crepitar al caer,
un constante crepitar cuando empiece,
el viento del atardecer, del ocaso llamando la noche,
allí empezará el ruido mientras las hojas se soban unas a otras.

Y yo seguro estaré con pocas palabras, en la boca
escondiéndolas bajo un sorbo silencioso,
¿y tú?
Tú mirarás y quizás busques la conversación
que está perdida detrás de mi garganta.

Y bien, mientras se espera a que ocurra eso
nos seguiremos llamando algo afectivamente por
un par de adjetivos algo despectivos, que en realidad
no demuestra un ligero aprecio, lejano y quizás figurativo también.

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