Era vergonzoso, muy vergonzoso, pero pedí su mano para tocarla, y ella accedió sin saberlo,
y al preguntarlo le dije que no preguntara. No sé como no sabía que necesitaba tocarle. Y mi corazón saltaba, se empujaba a si mismo dentro de mi pecho.
Era sorprendente, tocaba su mano, cada espacio, cada falange, uña, apretaba sus dedos, rozaba su palma, la tocaba su muñeca, todo, todo lo tocaba como si fuera la primera vez que hubiese tocado una mano. De principio a fin mi corazón no bajó su animado ritmo cardíaco, era alentador y bello, ella me gusta, mucho, mi cuerpo me lo decía, sin darme cuenta movía mis piernas, mis pies se rozaban unos a otros en comodidad, quería levantarme a tocarle con las dos manos pero pedía mucho, además de mi cuerpo ya estaba impresionado por tocar sólo con una mano.
Su mano flotaba sólo con la fuerza para que la mía pudiera tocarle. No, no devolvió nada, pero no me alejó.
Y su rostro, su rostro!.
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